Artículo de : Gustavo
Tovar-Arroyo
El
“Primer Damo” de Venezuela
En Venezuela podríamos pasar todo el día gritando, mentando madres,
insultando a diestra y siniestra, lanzando platos y despedazando vidrios. Como
dijo Cioran: estamos en la cima de la desesperación.
Si
con Chávez vivimos entre sobresaltos y amargura, con Maduro Venezuela se ha
convertido en un país despavoridamente absurdo, un cinematográfico caos.
El
“Primer Damo” o “Doño” (lo digo por su relación con la “Primera Combatiente” y
siguiendo el vocabulario del absurdo que se ha impuesto) ha resultado ser
infinitamente más torpe de lo que jamás sospechamos. Un bullicioso bobalicón,
el hazmerreír del siglo XXI.
Lo
escribo con pena y, sin duda, mucha lástima por él y por el país. El
desconcertado “Damo” está perdido, se hunde, y los venezolanos no hundimos con
él.
Nadie
entiende el porqué Chávez le legó la responsabilidad de sucederlo en el poder y
peor aún, el encargo de salvaguardar a la revolución; no hay lógica que lo
explique.
Chávez
fue de todo, mas no un pendejo. ¿Qué le pasó? ¿Qué secreta sensibilidad lo
inspiró a declarar en su última alocución “desde mi alma, desde mi corazón, tan
firme como la luna llena, lo más importante que tengo que decir es que Nicolás
será mi sucesor”.
Una
incógnita que sólo encuentra respuesta basado en indicios, rumores palaciegos y
últimamente en un clamor popular: al “Comandante Supremo” lo inspiró su amor.
Del
Magno Alejandro al Infinito Hugo
Nadie
debe escandalizarse ante tal revelación. No tiene nada de malo ni es difamatoria.
La historia está nutrida de amores de este tipo. Muchos de los más legendarios
conquistadores o monarcas de la humanidad han tenido amantes del mismo sexo.
No
somos homofóbicos, ¿o sí?
La
lista es larga: Alejandro Magno; los emperadores romanos Nerón, Trajano,
Adriano; Jacobo I de Inglaterra; hasta Adolfo Hitler según señala el
historiador Lothar Machtan en su libro “El secreto Hitler”, a quien aparte de
su amorío temprano con su inseparable amigo de la juventud, August Kubizek, se
le conoce la devoción íntima que sostuvo con su chofer Julius Schreck.
Semejante
a Chávez, que le cambió el nombre a Venezuela, que se adueño de Bolivia,
Ecuador y Nicaragua sin disparar y que hasta le agregó una estrella a la
bandera (como dedicación a su amado), todas esos monarcas marcaron su tiempo.
La
falsa idea que asocia a un homosexual (o bisexual) con conductas histéricas o
afeminadas ha sido superado por la historia, sobre todo cuando de política o
militares se trata. El ser homosexual nada tiene que ver con debilidad. Los hay
recios y guapetones, como Chávez.
¿Alguien
podría señalar que el más insigne conquistador que ha tenido la humanidad,
Alejandro Magno, o el indomable Hitler eran débiles? No. La historia los ha
colocado entre los más temibles y varoniles líderes de todos los tiempos, no
obstante, su inclinación sexual los haya llevado a experimentar, como sus
admirados héroes griegos (Aquiles, entre otros), con personas de su mismo sexo.
¿Tiene
ello algo de malo? No. ¿Tendría algo de malo que Hugo Chávez y Nicolás Maduro
hayan sido amantes? Tampoco. Al menos, no a los efectos de este escrito.
La
extraña historia de Nicolás Maduro
Nicolás
Maduro es colombiano, no sólo por el hecho hipotético de haber nacido en
Colombia (nadie sabe a ciencia cierta donde nació, probablemente ni él mismo),
sino porque su madre, María de Jesús Moros, nació en Cúcuta, es colombiana, y
según la Constitución del hermano país, quien nace de vientre colombiano es
colombiano por nacimiento.
Tan
inapelable hecho lo inhabilita parar ejercer la Presidencia de Venezuela por
prohibición expresa de nuestra Constitución. Nadie con doble nacionalidad -que
en todo caso es la situación de Maduro- puede ejercer como primer mandatario de
nuestro país.
¿Desconocía
esto Chávez o simplemente le importó -fiel a su corazón- un bledo lo que
expresamente prohíbe nuestra Carta Magna? Estoy convencido de que Chávez lo
sabía, pero su trágico amor, como todo amor secreto y novelesco, lo cegó.
Chávez
vivió una historia casi de leyenda y como todo hombre legendario padeció su
propia tragedia amorosa, que lo desplomó.
El
talón trágico de Chávez fue Nicolás Maduro, es la única explicación.
Poco
o nada se sabe de Maduro. Lo comprobado es que fue chofer y guardaespaldas de
Chávez una vez que éste fue irresponsable indultado por Caldera. Desde entonces
y hasta el último aliento, compartieron viajes, habitación y, por qué no
decirlo, intimidad. ¿Se lo imaginan?
Recordemos
que Maduro ni fue parte del Ejercito Bolivariano Revolucionario 200 (EBR 200),
ni juró frente al Samán de Güere, ni se batió a duelo para usurpar el poder el
4 de febrero de 1992. Su único mérito, insisto, es haber guardado la espalda de
su “Supremo”.
(Por
cierto, que se sepa la única pistola que sabe usar el “revolucionario” Nicolás
Maduro es su secador de pelo.)
No
es ficción, es Venezuela
Como
señalé antes, a los efectos de este artículo poco importa el tipo de amor que
existió entre Chávez y Maduro. Eso es un tema personalísimo que sólo les atañe
a ellos.
A
los efectos de este artículo lo que interesa -y aturde- es que una decisión de
índole exclusivamente amorosa -en ningún caso política- haya hecho naufragar a
un país y nos haya convertido en una plétora de absurdos y desatinos que no
parecieran tener término.
Lo
más terrible es que no se trata de una fábula griega o de una ficción
truculenta de la literatura. Es Venezuela. No es Alejandro Magno y Hefestión,
es Hugo Chávez y su guardaespaldas y chofer Nicolás.
Fidel
Castro es un erudito del mal, conoce bien el eterno retorno de la historia y lo
usó para sus oscuros fines. Posible celestino de este ensordecedor idilio
revolucionario, está cobrando caro su alcahuetería. Mientras tanto Venezuela es
una ruina y lo seguirá siendo mientras el amante de un dictador, por puro
capricho, sin explicación racional posible, siga rigiendo nuestro destino.
De
Maduro no podemos esperar nada, sólo improvisación y decadencia. Entendamos
cómo llegó al poder. Sus constantes alusiones sexuales, homosexuales,
bisexuales son un espejo de su sífilis espiritual. En su lógica, multiplicar
los penes entre los niños de las escuelas es lo que lo mantendrá en el poder.
Así de jodidos estamos.
La
polémica no debe surgir en torno al amorío entre Chávez y Maduro, sino en torno
a cómo un amorío puede devastar a una nación.
Nicolás,
el pobre Nicolás, no es el responsable del desastre venezolano. Lo fatídico es
que él lo único que está intentando es completar el catastrófico legado de su
amor…
NEL/La
Patilla.com
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