Noticias en Línea. El ex presidente de Sudáfrica, Nelson
Mandela, ha fallecido a los 95 años, según ha informado presidente de
Sudáfrica, Jacob Zuma.
Mandela se fue como vivió: luchando. Su última batalla la
libró contra su cuerpo castigado del tiempo pasado, de los años, de las
cicatrices. Se ha marchado alguien que parecía inmortal o que debía serlo.
Ahora el mundo se queda huérfano de espejos en los que mirarse. Se quebró el
espejo, se quebró Nelson
Rolihlahla Mandela. Se quebró el árbol, que es lo que significa su nombre
en su lengua: el hombre que tira de la rama de un árbol.
Mandela se fue 'encerrado' entre algunos muros, como
vivió buena parte de su vida, aunque esta vez no estuvo solo. Estuvo
con los suyos, su familia, y con cientos de miles de personas que han
rezado hasta el último segundo para no despertar mañana en un mundo sin
Madiba. Una estrecha habitación de un hospital de Pretoria donde el viejo
político se ha ido contemplando una perfecta metáfora de lo grande de su obra:
hasta no hace mucho, en su país, en su invento, los hospitales eran para
blancos o para negros, nunca eran para los dos.
Y con su muerte llegan las incógnitas, el imposible ayer,
los miedos infundados, las dudas razonables, pero hoy, sin más, el mundo se
detendrá durante algunas horas para llorar la muerte del más querido de sus
huéspedes. El hombre que tras 27 años de encierro salió de la cárcel, se
convirtió en presidente de un país partido en mil pedazos, dentro de
un continente partido en varios pedazos y dentro de un mundo partido en dos
pedazos (americanos y rusos). Él miró para otro lado, decidió hacerlo a su
manera y se inventó este imposible y fascinante experimento lleno deimperfecciones
llamado Sudáfrica.
Hoy, en su muerte, quizá sea el momento de arreglar una
pequeña deuda histórica: el cine llevó a través de Invictus a
Mandela hasta muchos jóvenes. La gran película de Eastwood se permitió una
licencia, decir que el presidente entrega al capitán del equipo de rugby el
poema de Invictus antes de la final. Ese maravilloso poema es cierto que
Mandela lo leía en prisión para soportar ausencias y adversidades, pero lo que
Mandela entregó a Francois Pieenar es un texto que quizá hoy en su marcha sirva
de ejemplo de su figura.
Se titula 'El hombre en la arena' y forma
parte de un discurso que Theodore Roosvelt hizo en la Sorbona de París en 1910.
Dice así: "No importan las críticas; ni aquellos que muestran
las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron
algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que
se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre;
aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié
tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni
defecto.
Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes
conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa;
quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al
logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos
caerán con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre
aquellas almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso".
NEL/BBC
No hay comentarios:
Publicar un comentario