martes, 25 de noviembre de 2014

Una de cada cinco mujeres es violada dentro de las universidades de EE.UU.

Noticias en Línea. ¿Qué es el consentimiento? ¿Dónde acaba la seducción o comienza la violación? La polémica creciente sobre los abusos sexuales en los campus estadounidenses ha llevado a instituciones como la American University (AU) a iniciar un doloroso examen de conciencia.

La primavera pasada, la fraternidad Epsilo Iota (una cofradía oficial estudiantil de esa universidad de Washington) vio publicados algunos de sus correos electrónicos en los que se revelaba cómo algunos de sus miembros se aprovechaban de la ingenuidad de las estudiantes novatas para drogarlas y cómo intercambiaban direcciones para violarlas sin que nadie se enterase.

"Tranquilizar a las chicas con juegos con alcohol en los apartamentos de los 'hermanos' para poder acostarse con ellas después (echarles un polvo luego)", recomendaban en sus mensajes.

"Ellos eran conocidos como 'la fraternidad de los violadores'", explica Amanda Gould, una estudiante de segundo año. "Y durante mucho tiempo la universidad hizo la vista gorda. Pero tras esto, hay un punto de inflexión, no hay otra posibilidad", afirma.
Esta joven creó el grupo "No más silencio" ("No more silence"), que recogió 1.700 firmas para exigir a la universidad la expulsión de los autores de estos correos electrónicos, y organizó una manifestación en el campus para que los directivos "dejen de esconder el problema debajo de la alfombra".

Amanda nunca consiguió reunirse con el presidente de la universidad pero indirectamente recibió un apoyo mucho más importante.

De cara a la magnitud del problema, la Casa Blanca lanzó una campaña nacional. La iniciativa "Es nuestro problema" ("It is on us"), presentada por el propio Barack Obama, llama a cada estudiante a "formar parte de la solución".

En los campus estadounidenses, una estudiante de cada cinco en promedio fue violada durante los cuatro primeros años de sus estudios y solo 12% de estas agresiones fueron denunciadas.

"La realidad es que las personas no saben incluso lo que es una violación", constata Faith Ferber, alumna de segundo año en la AU.
Elle recuerda la noche cuando tras una fiesta tuvo que explicar a un miembro de una fraternidad "a la caza", que aprovecharse de una chica ebria incapaz de dar su consentimiento a cualquier cosa podría hacer que lo denunciaran por agresión sexual.

Con un puñado de estudiantes, Faith modera talleres de prevención que se multiplican en el campus tras la divulgación de los correos electrónicos de la fraternidad Epsilo Iota.

Consiguieron gracias a la dirección de la universidad que todos los miembros de las fraternidades, una decena registrada oficialmente, sigan este programa.

Para los otros estudiantes, la presencia es opcional a pesar de la amplitud de este problema. Según un estudio realizado en 2013, 18% de las estudiantes de universidad confesaban haber tenido una relación sexual no deseada en los últimos seis meses.

Alrededor de una pizza, un grupo de voluntarios recibe una formación de una hora sobre el "consentimiento", la principal arma desplegada en este campus contra las violaciones.
En un ambiente un poco encorsetado, dos presentadoras explican que todo acto sexual debe estar precedido de un acuerdo consciente formulado por las dos partes.
"El consentimiento es sexy, es genial desear y ser deseado", recalca una de ellas.

En cambio, muy poco se dice sobre las formas para evitar ponerse en peligro, como por ejemplo el consumo de alcohol o el hecho de aceptar de parte de un desconocido un vaso de bebida o un trayecto en coche.

"Aprender a reducir los riesgos es una pequeña parte, incluso esencial, de la prevención", estima Daniel Rappaport, responsable de la prevención de violencia sexual en la AU.

Las charlas están inspiradas en el "Yes, means yes" (Sí quiere decir sí"), una ley que California acaba de votar. Si una relación sexual no fue objeto de un acuerdo claro, puede ser calificada de violación en caso de denunciarse ante la universidad.

Más allá de las leyes, "el verdadero problema es la manera en la que nosotros estadounidenses educamos a nuestros hijos", describe Rappaport.

"Formamos a los niños para que se conviertan en hombres beligerantes, dominantes y que ven a las mujeres como objetos de conquista", reflexiona.



NEL/AFP

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